martes, 9 de julio de 2013

                                   Hojas de hierba

                                                             Walt Whitman

                                                                     (Fragmento)


"Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros
y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena...
y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más exigentes...
y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas.
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas.
Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti
ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta. 
(...)
Creo que podría retornar y vivir con los animales, son tan plácidos y autónomos.
Me detengo y los observo largamente.
Ellos no se impacientan, ni se lamentan de su situación.
No lloran sus pecados en la oscuridad del cuarto.
No me fastidian con sus discusiones sobre sus deberes hacia Dios.
Ninguno está descontento. Ninguno padece la manía de poseer objetos.
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que vivieron hace milenios.
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra.
Así me muestran su relación conmigo y yo la acepto. 
(...)
No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí.
No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco. " 

Balada de las damas de antaño

  Francoise Villon


Decid dónde ni en qué lugar
Flora está, la bella romana,
Archipiada y Taide sin par
que fue diz que su prima hermana
y Eco, que en lago que en fontana
va todo ruido a responder,
que de hermosa fue más que humana:
¿dónde están las nieves de ayer?

¿Dónde está Eloísa sutil
por quien fue capado a rebana
Abelardo y, monje por fin,
tal baldón por su amor se gana,
y asimismo la reina vana
que a Buridán mandó meter
para echarlo al Sena en botana:
¿dónde están las nieves de ayer?

Reina blanca como jazmín
que cantaba en voz meridiana,
Berta Larga, Lisa, Bietriz,
Aramburguis la capitana
y la gran lorenesa Juana,
la que en Ruán quemó el inglés,
¿dónde están, Virgen soberana,
dónde están las nieves de ayer?

Si indagáis, señor, de mañana
o de tarde por dónde estén,
ya el estribillo os lo devana:
¿dónde están las nieves de ayer?

Odas

  Safo

    (Fragmento)


¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,  
   inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
   augusta diosa, no consientas que, en el dolor, 
   perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez, 
   dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes. 
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
   a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas. 
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales, 
   preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía, 
   qué nuevo deseo agitaba mi pecho, 
   y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
   Si te rehuye, pronto te ha de buscar;
   si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehúses tu
   ayuda todopoderosa! 

Sonetos

  William Shakespeare

   (Fragmento)

I

De los hermosos el retoño ansiamos 
para que su rosal no muera nunca, 
pues cuando el tiempo su esplendor marchite 
guardará su memoria su heredero. 
Pero tú, que tus propios ojos amas, 
para nutrir la luz, tu esencia quemas 
y hambre produces en donde hay hartura, 
demasiado cruel y hostil contigo. 

Tú que eres hoy del mundo fresco adorno, 
pregón de la radiante primavera, 
sepultas tu poder en el capullo, 
dulce egoísta que malgasta ahorrando. 

Del mundo ten piedad: que tú y la tumba, 
ávidos, lo que es suyo no devoren. 

II

Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos 
y ahonden surcos en tu prado hermoso, 
tu juventud, altiva vestidura, 
será un andrajo que no mira nadie. 
Y si por tu belleza preguntaran, 
tesoro de tu tiempo apasionado, 
decir que yace en tus sumidos ojos 
dará motivo a escarnios o falsías. 

¡Cuánto más te alabaran en su empleo 
si respondieras: " Este grácil hijo 
mi deuda salda y mi vejez excusa ", 
pues su beldad sería tu legado! 

Pudieras, renaciendo en la vejez, 
ver cálida tu sangre que se enfría.

El cantar de los cantares 

 Salomón


Yo soy la rosa de Sarón. 
Y el lirio de los valles.
Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
 

Cuando seas muy vieja

   Pierre de Ronsard


Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela
y al amor de la lumbre, devanando e hilando,
cantarás estos versos y dirás deslumbrada:
Me los hizo Ronsard cuando yo era más bella.

No habrá entonces sirvienta que, al oír tus palabras,
aunque ya doblegada por el peso del sueño,
cuando suene mi nombre la cabeza no yerga
y bendiga tu nombre, inmortal por la gloria.

Yo seré bajo tierra descarnado fantasma
y a la sombra de mirtos tendré ya mi reposo;
para entonces serás una vieja encorvada

añorando mi amor, tus desdenes llorando.
Vive ahora, no aguardes a que llegue el mañana,
coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida.

Ann Lee

   Edgar Allan Poe


Fue hace muchos y muchos años, en un reino junto al mar, habitó una señorita a quien puedes conocer por el nombre de Annabel Lee; y esta señorita no vivía con otro pensamiento que amar y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña en este reino junto al mar pero nos amábamos con un amor que era más que amor—yo y mi Annabel Lee—con un amor que los ángeles súblimes del Paraíso  nos envidiaban a ella y a mí. Y esa fue la razón que, hace muchos años, en este reino junto al mar, un viento partió de una oscura nube aquella noche helando a mi Annabel Lee; así que su noble parentela vinieron y me la arrebataron, para silenciarla en una tumba en este reino junto al mar.
Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso, nos cogieron envidia a ella y a mí:—Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)en este reino junto al mar que el viento salió de una nube, helando y matando mi Annabel Lee. Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que eran mayores que nosotros—de muchos más sabios que nosotros—y ni los ángeles in el Paraíso encima ni los demonios debajo del mar separarán jamás mi alma del alma de la hermosa Annabel Lee:— Porque la luna no luce sin traérme sueños de la hermosa Annabel Lee; ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes de la hermosa Annabel Lee; y así paso la noche acostado al lado de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia, en su sepulcro junto al mar—en su tumba a orillas del mar.